No es país para escritores

    Ocurre que escribo desde hace un montón de años. Durante un tiempo compaginé mi profesión (Policía Nacional) con mi pasión (escribir).
    Todo iba bien hasta que en 2017 'algunos policías' de la comisaría donde estaba destinado, decidieron que yo me estaba aprovechando de mi condición de policía para vender novelas, y presentaron una denuncia (anónima, como corresponde a los cobardes) que elevaron a Régimen Disciplinario.
    Me abrieron un expediente. Declaración en Madrid, declaración de testigos (los eligieron al azar entre compañeros de mi turno) y una exhaustiva (o no tanto) investigación para determinar si yo contravenía alguna norma del cuerpo.
    Después de cinco meses de agonía, seguimientos (me fotografiaron en la Feria del Libro), de lectura (se leyeron varias de mis novelas) —creo que es la única vez que Asuntos Internos ha leído tanto—, y de una baja psicológica ante una situación estresante, el instructor del expediente concluye que no hago nada ilegal. Pero deja una coletilla muy curiosa, que dice que no soy del todo inocente. Y aduce que en una de mis novelas (Una historia de policías) los protagonistas utilizan el escáner de seguridad de la comisaría para encontrar los proyectiles alojados en el interior de un cuerpo. Asegura que es una utilización de medios de la policía para usos no relacionados, pero que no me acusan formalmente porque no ven mala intención en mi narrativa.
    Entre una cosa y otra pasa medio año y me envían una carta aconsejándome que me dé de alta y regrese a mi puesto. Añaden que con el tiempo todo se normalizará y los denunciantes anónimos (hoy día todavía no sé quiénes son) se olvidarán de mí. Estoy a punto de cumplir los 54 años (a los 55 puedo pasar a Segunda Actividad), he pasado por un proceso disciplinario que concluye que no soy culpable, hay un grupo de policías anónimos que me denuncian y no quiero contarles aquí lo que pasé y lo que fue mi vida durante ese tiempo, por lo que decido no regresar a la comisaría donde estuve destinado los últimos 15 años.
    Me llaman de Jefatura y me ofrecen una especie de pacto: incorpórese a su puesto y le cambiaremos de destino. ¿Le gustaría venir a Zaragoza? No, me reafirmo, yo no vuelvo a una comisaría donde hay un grupo de policías anónimos que me denuncian porque dicen, porque creen, porque me acusan, porque patatas, de promocionarme como escritor utilizando mi condición de policía. Hay en el expediente una diligencia rocambolesca donde el instructor relaciona la profesión de policía con las novelas policíacas, asegurando que están estrechamente relacionadas. Y deduce (él solo) que cada vez que digo que soy policía, en realidad estoy enviando un guiño a mis lectores de que mis novelas son buenas.
    Con 54 años me envían al tribunal médico para determinar mi pase a Segunda Actividad, pero el tribunal determina que mi patología (estoy de baja psicológica) no es para Segunda Actividad, sino para jubilación. Y un año antes de que me toque, y después de lo que pasé, me jubilo de la policía.
    Soy escritor. Me gusta escribir. Dedico mi vida a escribir. Y decido iniciar una segunda parte de mi vida dedicándome a la literatura. Recupero los derechos de las doce novelas que estaban repartidas en hasta cinco editoriales distintas y las autopublico en Amazon.
    Llegan los primeros pagos (Amazon ingresa el día 29 de casa mes) y entiendo que debo declarar los ingresos. Pongo mi situación en manos de un asesor fiscal y concluye, no hay otra forma, que para declarar mis ingresos como escritor debo darme de alta en Autónomos.
    Como la legalidad es mi consigna, me doy de alta en autónomos como creador literario. La Seguridad Social me envía una carta y me dice que si me voy a dedicar a trabajar me tienen que recortar la pensión. Explícales a ellos que lo que hago no es bien, bien, trabajar. Les da igual, y me quitan un 25% de mi pensión.
    Sigo adelante, porque llevo en la sangre lo de escribir. Cuota de autónomos, declaración trimestral, declaración anual, menos el recorte de la pensión, me dejan en una situación en la que debo decidir entre seguir publicando o en seguir viviendo. Para que lo entiendan en cifras, y en un cálculo aproximado, los primeros 1000 euros que ingreso al mes de los royalties de mis novelas se van por el sumidero. Sí, sé que algunos no se lo creerán, pero no es a partir del 1001 que empiezo a ganar 1€.
    Solución: darme de baja de autónomos, recuperar mi pensión y, por consiguiente, dejar de publicar. Si publico, la Seguridad Social viene con la guadaña.
    Seguramente, usted, que está leyendo este escrito, tanto le dé. Pero es que a mí, como soy escritor, me gusta explicarlo todo.
    Gracias.


... y de riesgo.